FOTOLIBERTAD 2011.

FOTOLIBERTAD 2011.

La funda de reyes.
Porfirio Gómora.
Recién que llegue a la capital,  allá por el rumbo de Azcapotzalco, en el barrio hice un amigo, Pepe. Eso fue hace unos 50 años, por nuestro rumbo las calles no estaban pavimentadas, cuando llovía era un lodazal y en primavera con el viento hacia mucho polvo. Mi amigo y yo íbamos juntos a la primaria. Me llega a la memoria que un día 6 de enero, todos los muchachos salieron de sus casas a la calle,  con juguetes que les trajeron los reyes magos. Unos mostraban a otros  los carros, las pistolas con su cinturón, las niñas felices con las muñecas y los juegos de té, ese día mi hermano Arnulfo, se fue a trabajar en la obra de albañil como siempre y para mí no hubo reyes.
Al siguiente día, Don José, papá de Pepe llegó del trabajo, me vio ahí sentado muy triste,
-¿Por qué no juegas,  muchacho?- me dijo, señalando a los demás
-¡No tengo pistola!- le conteste, mal humorado.
-Así, que no te portaste bien ¿Eh?- me respondió, asombrado de mi respuesta.
-¡Sí señor!, ¡Me porte bien!- aseveré desconsolado
-¿Y entonces por qué no tiene juguetes?- manifestó, con voz ronca y desconcertada .
-Seguro que Arnulfo, mi hermano,  no les mando mi carta- comenté irritado y  seguí sentado en el suelo , con las manos en la barbilla y los codos sobre las rodillas,  viendo jugar a los demás niños, mientras se me salían  lágrimas de tristeza. Don José, entró a su casa y un rato después salió  gritando:  
-¡Chamaco, toma,  no es nueva, pero podrás jugar!- declaro, muy enérgico
-¡Gracias don José!- le conteste con una inmensa alegría, saltando de gusto  y empecé a correr hacia donde estaban los muchachos. Les dije entusiasmado
-¡Miren mi revólver! ¡Ahora si puedo jugar a los cuatreros!- les espeté.
Pero  me fije que ellos tenían, además del arma,   un cinturón con una funda bonita, que se amarraban encima del pantalón, mientras que yo me la ponía adentro del pantalón, y cuando corría se me caía. A  Carlos le habían traído también  unos zapatos en una caja de cartón blanca,  se me ocurrió entonces una idea y le dije todo entusiasmado.
-¡Dame tu caja!- con una voz de mando que me hacia parecer más grande.
-¿Para qué la quieres? - me respondió, intrigado
- Ya verás...- respondí, con ansiedad  alargando las manos para recibirla.
Me había fijado como eran las fundas de las pistolas, entonces a doña Aurelia le pedí prestadas unas tijeras para cortar la caja, luego cubrí el arma con el cartón, y lo recorte dándole la forma de la pistola, después me acordé que el carpintero  tenia cola para pegar la madera; así que fui a su local:
 -Don Pancho, ¿Me regala un poquito de  cola? – le dije, bien contento y esperando con ansias la respuesta
 -¿Pa’que la queres chamaco?-  me contestó desconcertado.
-¡Para pegar este cartón, y hacer la funda de mi pistola, porque, quiero jugar con los muchachos! - le respondí entusiasmado y agregué con voz suplicante.
-¡Ande,  no sea malo, no mas tantita, le traigo su refresco y no tiene que darme mi moneda de siempre-  le  argumenté negociando, para que me  dijera que sí.
-Ta güeno, ahí agárrala, pero no lo tires porque te sueno ¿eh?- afirmó con voz convencida.
Entonces tomé el bote de la cola, lo puse sobre un banco, y agarré la brocha que estaba dentro del recipiente, la deslice sobre el cartón, como el carpintero lo hacía sobre la madera y uní las dos orillas de la funda, luego hice una lengüeta, que la puse dando le vuelta al cinturón de mi pantalón y la pegué.
Al otro día, salí con mi revolver enfundado a jugar con mis cuates, todos se le quedaron mirando a mi funda de cartón, porque como era blanca se parecía a la del llanero solitario. Entonces  saqué el arma y le disparé a todos los vaqueros, uno a uno fueron cayendo. Y seguimos jugando, mientras  corríamos pa´alla y corríamos pa’aca.
-¡Ya te di!, ¡Caite al suelo!- le ordené  a Pepe pues yo había disparado primero.
-¡No es cierto, yo te di primero, tu caite!-  repuso enojado,  por qué él no aceptaba perder.
-¡No! ¡Ya no juego!¡ Tú siempre quieres ganar aunque sea con trampa!- le grité, también  bien disgustado. Pepe no alegó y lo pensó un rato.
-Tú  ganas esta vez, pero la otra me toca- replicó tirándose con los ojos cerrados  en la tierra. Así  fueron  aquellos  días  de reyes de 1963.