FOTOLIBERTAD 2011.

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CONACULTA- INA
                                                                                               

OCOTELULCO
Boletín Cultural e Informativo del Museo y Zona Arqueológica de Ocotelulco

Año 2 No. 4 Enero- Junio de 2008






En este número:

Editorial………………………………………………………………………………... 2

En nuestra portada…………………………………………………………………   3

Tlahuicole, un héroe tlaxcalteca controvertido………………………………… 4

Tecpatzin el héroe cultural tlaxcalteca durante la migración........................ 17



Editorial:

 

  Quizás desde el periodo Epiclásico mesoamericano, el personaje humanizado empieza adquirir una importancia en la historia de los pueblos del México prehispánico. En Xochicalco, Morelos y en Cacaxtla Tlaxcala se encuentran los primeros rasgos humanizados de un concepto de mayor antigüedad, el de Quetzalcóatl. En el área maya, en específico en la ciudad de Chichen Itza se efectúa una gran reunión de pueblos y en base al concepto de Quetzalcóatl, cada uno de ellos crea la imagen humanizada del personaje.  A partir del pueblo tolteca, empieza a conformarse la historia individual del personaje precursor de hazañas civilizatorias, conquistas e históricas migraciones.

  Otras historias se forjaron con personajes Para la parte final del mundo prehispánico


EN NUESTRA PORTADA:


  Durante las exploraciones realizadas en el sitio arqueológico de Ocotelulco en el año de 1990, fueron  hallados algunos platos, vasos y vasijas que fueron dejados como ofrendas rituales al momento de clausurar una antigua construcción. Lo mismo sobre los pisos estucados al interior de cuartos, sobre tlecuiles o fogones o en los apisonados de tierra de los pasillos exteriores a las plataformas de piedra, fueron dejados rotos y fragmentados algunos de ellos mostrando la huella del golpe dado que les dio una muerte sagrada.
  Uno de estos objetos ofrecidos es un plato policromo de bordes extendidos cuya forma permitió plasmar una escena mitológica de importante significado para los pueblos de los valles centrales del periodo posclásico tardío. Al centro de la pieza se despliega la imagen de un personaje en el que se observa el perfil izquierdo de un rostro antropomorfo, con peinado en fleco recortado hasta el inicio superior del ojo y pintura facial en rojo el cual lo enmarca. Otras dos líneas horizontales paralelas, en el mismo color, se observan en la mejilla,  la inferior termina en forma concéntrica. Lleva la boca abierta que permite observar la línea dental superior que termina con un colmillo a un lado de la comisura.
  A la cabeza la cubre un yelmo con la figura de la cabeza de un ave de presa con el pico abierto el cual lleva dos largas orejeras conformadas, al parecer por un chalchihuite, una pluma y una larga bandera. El cuerpo es la continuación de éste animal y lleva las alas y patas desplegadas, esas en forma de banderas recortadas en su extremo exterior y dirigidas hacia atrás, y de éstas una parece faltarle ya que en lugar de mostrar la pata y la garra que la complementa, la extremidad esta conformada por tres diseños cónicos con una mancha central en rojo. Ocupando la sección central del cuerpo, se observa un gran caracol seccionado del que se observan sus protuberancias exteriores y la línea concéntrica en espiral del interior. El yelmo y el cuerpo están adornados con pequeños caracolillos.
  Es probable que se trate de la imagen de un dios solar, tal y como lo fue Tezcatlipoca, una importante deidad de los antiguos tlaxcaltecas.    

TLAHUICOLE

UN HEROE TLAXCALTECA CONTROVERTIDO


Michel Graulich

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  Tres fuentes  que tratan  del reinado de Motecuhzoma II, Muñoz Camargo, Durán y Tezozomoc, narran la historia de Tlahuicole[1], un auténtico héroe histórico, un guerrero valientísimo, general del ejército tlaxcalteca, que, escribe Durán (1967, cap. 60, v. 2, p. 455-456) “por sus hechos, tenía gran fama en la tierra y sonaba su fama y grandezas entre todas las naciones”.

  Muñoz Camargo de Tlaxcala (1984, p. 186-188) retrata al héroe en los siguientes términos: “fue de tan grandes fuerzas, que la macana con que peleaba tenía un hombre bien que hacer en alzarla. Éste quiere decir que no fue alto de cuerpo, sino bajo y espaldudo, de terribles y muy grandes fuerzas, que hizo hazañas y hechos que parecen cosas increíbles”. Según el autor tlaxcal-teca, en los últimos años  del reinado de Motecuhzoma Xocoyotzin los tlaxcaltecas hicieron guerra a los huexotzincas, quienes pidieron la ayuda de los mexicas. Durante una batalla los huexotzincas lograron cautivar al héroe cuando lo encontraron atascado en una ciénaga. Lo pusieron en una jaula de madera y lo llevaron a ofrecer a Motecuhzoma. El huey tlatoani lo honró mucho, le permitió de hacer venir su mujer preferida y al emprender una guerra contra los tarascos le ofreció el mando de una parte del ejército mexica. Tlahuicole, aceptó, pero a pesar de sus proezas, con las cuales “ganó entre los mexicanos eterna fama de valiente y extremado capitán”, los mexicas no pudieron penetrar en el territorio enemigo.

  Cuando regresó a México, Motecuh-zoma le ofreció el poder de elegir entre un puesto de capitán en su ejercito o volver libremente a Tlaxcala. Tlahuicole rechazó ambas ofertas, para no traicionar su patria y  para preservar su honor, y pidió al  tlatoani el favor de morir como los valientes. Motecuhzoma consistió. Cuando se acercó la fiesta de los guerreros heroicos, Tlahuicole fue festejado durante ocho días con bailes y banquetes durante uno de los cuales “le dieron de comer la natura de su mujer guisada en un potaje”. Luego fue inmolado en el sacrificio llamado  “de gladiatorios”: atado con una cuerda a una rueda de piedra, tuvo que luchar con armas ficticias contra guerreros (“caballeros”) águilas y tigres bien armados. A pesar de esto, logró matar más de ocho hombres y herir más de veinte antes de sucumbir. Luego lo sacrificaron a Huitzilopochtli. “Y éste fue el fin del miserable Tlahuicole de Tlaxcalla, el cual no fue de los muy principales, sino un pobre hidalgo que, por sólo su valentía y persona, había tenido valor, y, si no fuera preso, llegara a ser muy gran señor en esta provincia.”




  Tenemos aquí el guerrero heroico por antonomasia. Además de ser de fuerzas hercúleas, Tlahuicole hace hazañas increíbles. Dicen de él que, “dondequiera que entraba, mataba y desbarataba de tal manera la gente que por delante hallaba, que en poco tiempo le desembarazaban el campo” (Muñoz Camargo 1984, p. 187), un poco como Huitzilopochtli en el Coatepec (Sahagún, libro 3, cap. 1, 1956, 1, P. 273). Además, “en sólo oír su nombre, sus enemigos huían de él”. No es vencido sino por el lodo, y además, no son  los mexicas quienes lo cautivan sino los antiguos aliados huexotzincas. Logró llevar al combate un ejército de sus enemigos y conseguir fama inmortal entre ellos también. Vuelto a México, prefiere la muerte heroica del guerrero a la vida sin honor, y durante su sacrificio, aunque sin armas, se distingue una última vez por una valentía sin par. Vaillant (1965[1944], p. 218), Cuéllar Abaroa (1996 [1947] p. 43), Soustelle (1955, p. 127), Brundage (1972, p. 238) y Davies (1973, p. 172) lo mencionan como tal y como ilustración de la ética guerrera de aceptación del sacrificio.

  Sin embargo, hay otra versión de los hechos mucho menos favorable a Tlahuicole. De acuerdo con Durán (1967, cap. 60, 2, p. 454-457) y Tezozómoc (1878, cap. 98, p. 643-646), los hechos tuvieron lugar también durante la guerra entre Tlaxcala y Huexotzinco. Los huexotzincas, agotados por las muchas batallas y el hambre resultante del hecho de que el enemigo les quemaba sus campos, pidieron la ayuda de los mexicas. Estos aceptaron e incluso acogieron los huexotzincas refugiados en su ciudad, pero decidieron atacar Tlaxcala sin ninguna ayuda huexotzinca.
  En el principio, los mexicas atacaron sin aliado ninguno, tal vez para someter solos a la orgullosa ciudad –y cobrar solos los frutos de su conquista. Motecuhzoma les recomendó de cautivar al glorioso capitán Tlahuicole. La lucha duró veinte días, sin resultado notable. Cada día los tlaxcaltecas recibían refuerzos de ciudades circunvecinas.  Los exhaustos mexicas también pidieron ayuda y Motecuhzoma llamó tropas de Tetzcoco, Tlacopan y otras ciudades. Poco después, los aliados –pero no los huexotzincas-[2] lograron cautivar a Tlahuicole y numerosos otros guerreros valientes. Los tlaxcaltecas tuvieron que abandonar el territorio de Huexotzinco.

  Al regresar su ejército Motecuhzoma quiso ver el famoso Tlahuicole y lo convocó. Durán afirma que el valiente otomí se presentó ante él muy humilde, le besó las manos y le pidió perdón de las ofensas hechas. La versión de Tezozómoc presenta un Tlahuicole más digno que sólo dice “me tengo por dichoso de haber visto vuestra real presencia y haber reconocido imperio tan valeroso y tan generoso emperador como vos sois”. Sea  lo que fuere, el  tlatoani lo consuela (“que no es cosa mujeril, esta usanza es de guerra, hoy por mí, mañana por ti”), lo manda vestir muy ricamente y le da todo lo que puede desear. Pero el tiempo pasa y Tlahuicole se vuelve cada vez más sombrío. Piensa en sus mujeres y sus hijos, suspira y por fin acaba por llorar todo el tiempo. Siendo las lágrimas de una futura víctima sacrificial consideradas como de mal augurio, Motecuhzoma es enterado de lo que pasa y se enoja: “¿Esto no es cobardía y afrenta grande,..afrenta que da su temor de morir a la sangre ilustre? ...¡Que se vaya a su tierra! Informando, Tlahuicole no llora más, pero Motecuhzoma prohíbe que sus guardias siguieran dándole de comer y guardándole. Por consiguiente, el héroe tiene que andar de casa en casa pidiendo de comer. Por fin, desesperado, se va a Tlatelolco, sube sobre la pirámide mayor y se despeña, acabando así con su vida. Los mexicas le arrancan el corazón, según los ritos acostumbrados. Añade Tezozómoc que Motecuhzoma prohibió también que siguiesen alimentando a los pobres huexotzincas refugiados en México Tenochtitlan y los echó de la ciudad. Al parecer fueron asimilados a Tlahuicole.



  Tenemos aquí, pues, un buen ejemplo de propaganda  mexica: los tlaxcaltecas  parecen terribles, pero a finales de cuenta no son sino unos cobardes, al igual que su general más valiente, que no pudo privarse de sus mujeres y acabó por suicidarse.
  Es difícil de decidir ahora cual versión es históricamente correcta. Por un lado, es cierto que los mexicas sabían mejor que los tlaxcaltecas lo que pasó con Tlahuicole. Además, la versión  tlaxcalteca presenta inve-rosimilitudes: no el hecho de que el guerrero cautivo rechace la libertad ofrecida y exija la muerte sobre la piedra de sacrificios, sabemos por una fuente independiente y digna de fe, sobre todo desinteresada en el asunto, que ciertos prisioneros querían morir. Durante la fiesta de tóxcatl de 1520, Pedro de Alvarado liberó a dos víctimas atadas a las estatuas de pasta de Huitzilopochtli y Tezcatlipoca para interrogarlas, pero, de acuerdo con un testigo ocular no quisieron decir nada, y cuando fueron atormentados clamaron “que ellos los tenían para sacrificar luego, se holgaban de ello, que se iban con sus dioses” (Información de Velásquez, Documentos Cortesianos I. p. 207.)
  Eso, pues, no era inverosímil, pero la afirmación de que Motecuhzoma le habría ofrecido la libertad sí lo es, cuando se sabe el rigor y la intransigencia del huey tlatoani, en particular en cosas referentes a la religión. Además, Motecuhzoma debía saber que al aceptar la oferta el héroe estaría desacreditando tanto en el imperio como en el valle de Puebla (¿A menos que su proposición haya sido una prueba?). El hecho de que el tlaxcalteca hubiera conducido a parte de los ejércitos de la Triple Alianza a la batalla es también poco probable[3]. La campaña contra los tarascos no es confirmada por otra fuente, pero no debe excluirse por tanto. Ahora bien, si la versión tlaxcalteca puede ser falsificada, eso no quiere decir que la versión mexica es auténtica aquí, como en sus otros relatos, los mexicas se esforzaron en presentar un relato etnocéntrico y pragmático.
  Dos versiones diferentes, pues, pero dos versiones que se complementan mutuamente porque presentan dos aspectos diferentes del protagonista, y porque lo representan de acuerdo con los acostumbrados arquetipos de las grandes figuras míticas.
  ¿Cuales son los héroes arque-típicos? Se trata las más veces de guerreros pobres, pero valientes, menores o recién llegados, que vencen a sus mayores, ricos autóctonos decadentes y afeminados. Los héroes no se dejan seducir por las mujeres ni engañar por apariencias ilusorias. Saben reconocer y escoger los verdaderos valores. Están del lado del sol ascendente, del cielo diurno, de la luz, de lo masculino.
  El ejemplo tipo es Quetzalcóatl, el joven vencedor que mata a sus tíos asesinos de su padre, sobre el Mixcoatépec, el héroe que, bajo su aspecto del pobre Nanáhuatl, escoge la muerte heroica en la hoguera, vence en el inframundo y se convierte en sol o los gemelos del Popol Vuh, pobres también, y valientes, que no se dejan engañar, pero que engañan y que acaban también por convertirse en astros; o Mixcóatl al principio de las migraciones toltecas  e  incluso en  las  mexicas,  y  el  Mixcóatl  vencedor de los 400 mimixcoas, y, por supuesto, Huitzilopochtli, que derrotan a sus medio hermanos mayores, y por fin los mexicas migrantes[4].


  Veamos ahora primero al Tlahuicole heroico. En cuanto soldado de la guerra florida, sagrada, a quien le pertenece alimentar al sol y a la tierra, se le presentan muy lógicamente  como un émulo de los héroes solares. Así pues, es pobre pero valiente, al igual que Quetzalcóatl-Nanáhuatl y los otros héroes que acabo de mencionar; es pobre, pero no dice que es un menor, un recién llegado. Lo único que se puede aducir al respecto es que Tezozómoc le dice otomí, y los otomíes eran considerados  como chichimecas y valientes (Sahagún, libro 10, cap. 29 4, 1956: 3; p. 195-197) simbólicamente ubicados del lado de los menores recién llegados. Otómitl era el menor de los seis hijos “fundadores de naciones” de Iztac Mixcóatl (Motolinía 1970, p. 7; Torquemada 1, p. 32).
  Como Quetzalcóatl-Nanáhuatl, cuya muerte en la hoguera de Teotihuacan es el prototipo de todo sacrificio de guerrero, Tlahuicole acepta morir voluntariamente, en el sacrificio. Además, muere en el sacrificio gladiatorio, es decir en el rito que reactualiza la primera guerra después del nacimiento del sol (leyenda de los Soles, f. 78-79), la primera guerra para alimentar al astro y a la tierra, la guerra de Mixcóatl y de sus tres hermanos contra los 400 mimixcoa, en presencia de su hermana Cuetlachcihuatl[5]. En cuanto partici pante de esta guerra de vuelve un cuauhtecatl, un compañero del astro durante la mañana (Códice Florentino: f.18, 1. 2, cap. 21). Su mujer es sacrificada y por eso es una mujer heroica, compañera del sol también, si bien del sol afeminado/lunar de la tarde[6]. Su marido, antes de morir, participa de su muerte y se come su esencia femenina, su  cihuanacayotl, “el conjunto de carne de la mujer” (López Austin 1980, 2, p. 147). Actúa como si la hubiera vencido-sacrificado  él mismo. Se lo puede tal vez equiparar a estos héroes que vencen a una diosa, la matan y asimilan después su fuerza, su energía, llevando sus restos quemados sobre las espaldas: Mixcóatl e Itzpapálotl (Anales de Cuauhtitlan, Códice Chimalpopoca, f.1), o Mímich e Itzpapálotl (Leyenda, Códice Chimalpopoca, f. 80).
  Todas estas características apare-cen mucho más claramente si se les oponen las características del Tlahuicole  cobarde, el que pide perdón a Motecuhzoma. Esta vez, se trata de un ser más bien lunar que solar, o asociado al sol afeminado/lunar de la tarde, el sol al ocaso, más bien que el sol ascendente de la mañana. Un ser que, como Tecciztécatl –4 Pedernal-hijo de Tláloc-Luna en Teotihuacan, teme a la muerte.



  Tezozómoc aduce aquí un detalle muy revelador. Explica que entre los adornos ofrecidos  por Motecuhzoma al guerrero tlaxcalteca figura el quetzaltonameyotl, “que es una plumería con un sol llano relumbrante como espejo”.  Molina  traduce tonameyotl por “rayo del sol, o resplandor del rayo del sol”. Tanto la descripción de Tezozómoc como la traducción de Molina sugiere el sol de la tarde, un sol falso que no es sino el “resplandor del rayo del sol”, “relumbrante como espejo”. El quetzaltonameyotl  evoca también el quetzalapanecayotl, un adorno característico del sol afeminado de la tarde (Códice Florentino, 1.6, cap. 29), y también del viejo Quetzalcóatl de Tollan (Anales de Cuautitlan, Códice Chimalpopoca, f.6, 7; Durán 1967, 1, lám. 1).

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  Al igual que el sol de la tarde, la luna es asociada a las mujeres y, por tomar su luz del sol, a las apariencias delusivas. En el mito de la creación del sol en Teotihuacan, Tecciztécatl –4 Pedernal-Luna, hijo de Tláloc (en la versión de la Historia de los Mexicanos... 1965, p. 35), un ser rico, orgulloso, medio hermano mayor de Nanáhuatl (Histoyre du Méchique 1965, p. 109) y más sacerdote que guerrero, se saca sangre con lancetas de jade, ofrece coral en lugar de su sangre y baila como las mujeres. Ahora bien, en cuanto ser lunar o ser al ocaso, Tlahuicole no sabe reconocer los verdaderos valores y se deja engañar por apariencias ilusorias. En lugar de escoger la muerte heroica  sobre la piedra de sacrificios, piensa en sus mujeres y sus hijos. Es como estos héroes efímeros que se dejan seducir por las mujeres que intentan quitarles su energía, su fuego divino, que quieren inmovilizar a los conquistadores, guardarlos en la casa, como maridos docilitados o sedentarios. Durante las migraciones toltecas, Xiuhnel se dejo engañar por una mujer-venado que le comió el corazón, le inmovilizó y los sedentarizó; en cuanto a Mixcóatl, después de que tuvo relaciones con   Chimalman le quitaron el venado con el cual venció y fue matado poco después[7].
   El Tlahuicole de las versiones mexicas se encuentra del lado de las mujeres, por no haber podido escoger bien, y en lugar de los placeres y honores de los guerreros heroicos, y de su muerte gloriosa, gana sólo la miseria, el menosprecio y un suicidio desesperado. Es equiparable  tam-bién a los tlatelolcas, de los que habla torquemada (1.2, cap. 2, 1969: 1, p. 79-80). Durante las peregrinaciones mexicas, dos envoltorios cayeron del cielo. En el uno había una preciada piedra verde (chalchihuitl), en el otro, dos palillos. Los tlatelolcas deslum-brados escogieron la piedra, mientras que los mexicas, aconsejados por Huitzilopochtli, tomaron los palillos que eran los instrumentos para hacer fuego. A pesar de las apariencias, los palillos se revelaron más valiosos. El fuego está del lado del sol y de lo masculino, mientras el chalchihuitl es la misma carne y el tonalli de los dioses de la lluvia y de la tierra, los tlaloque (Códice Florentino, 11, P. 69).
  En otro mito, es Huémac, el último rey de Tollan, quien yerra de manera similar. Juega la pelota con los tlaloque y gana. En lugar del premio convenido, piedras verdes y plumas de quetzal, los tlaloque pagan con espigas de maíz  y sus hojas verdes. Sin embargo, Huémac exige las piedras y las plumas. Los tlaloque consisten, pero de ahora en adelante guardan por sí las lluvias y los toltecas mueren de hambre. (Leyenda, Códice Chimalpopoca f. 82).
  Ahora bien, Tlahuicole tiene que ver a la vez con los tlatelolcas y con Huémac. Mientras que el héroe de la versión tlaxcalteca muere en México-Tenochtitlan, la ciudad del águila-sol  sobre el nopal, el de la versión negativa muere en la cuidad de la luna.
  Se suicida, como Huémac, y lo hace en Tlatelolco, en la ciudad lunar de los que escogieron las piedras de Tláloc en lugar del fuego: Tlatelolco, fundada después de México porque la luna anda siempre detrás del sol sin alcanzarlo jamás (Historia de los Mexicanos por sus pinturas 1965, p. 70); tlatelolco, también llamado Xaltelolco (Chimalpahin 1965, 80, p. 178) –xalli  significa arena y la arena está estrechamente vinculada con el paraíso de Tláloc (Códice Florentino, 2, p- 214, himno a Yacatecuhtli)-; Tlatelolco, o Ocelopan (Códice Azca-titlan), la ciudad del jaguar, el animal asociado con los astros al ocaso y con la tierra y la noche; Tlatelolco, la ciudad de Moquihuix un rey dado a las mujeres como Tlahuicole y como Huémac de Tollan (Anales de Cuauhtitlan, Códice Chimalpopoca F. 8-9 Y 55; Historia tolteca-chichimeca f. 2r), un rey que hizo guerra contra México, fue vencido y se suicidó despeñándose desde lo alto de la pirámide mayor. Contaban que Moquihuix solía introducir el brazo “del codo a la muñeca” en el sexo de su esposa: se hacía pues tragar parcialmente por ella. El Tlahuicole cobarde, por su parte, se dejaba absorber simbóli-camente por su esposa, pero el valiente al contrario se comió “la natura” de su mujer. Para concluir sobre este punto, si la versión mexica hace morir a Tlahuicole por suicidio en Tlatelolco es con el fin de asimilarlo al desventurado Moquihuix y, más lejanamente, a Huémac.
  El Tlahuicole glorioso muere en el “gladiatorio”; las víctimas de este tipo de sacrificio eran desolladas y penitentes vestías sus pieles para andar en las calles pidiendo limosna. El Tlahuicole  cobarde también anda para pedir de comer, pero en un contexto vergonzoso radicalmente diferente.

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  El Tlahuicole mexica teme a la muerte, el otro no. Desde hace casi 20 años insisto sobre el hecho de que el tema central de los grandes mitos mesoamericanos es el de la resurrección, del renacimiento, de la recurrencia. Quetzalcóatl-Nanáhuatl muere en la hoguera de Teotihuacan, resucita en el inframundo, vence a la muerte y emerge glorificado bajo la apariencia del sol. En otra versión Quetzalcóatl baja al inframundo, coge los huesos-semillas de los difuntos, huye con ellos, muere y resucita, y lleva una nueva humanidad sobre la superficie de la tierra. Entre los mayas-quichés, Hunahpú y Xbalamqué bajan al inframundo, mueren al saltar a una hoguera, resucitan, vencen a los señores de Xibalbá y salen como sol y luna. El viejo Quetzalcóatl muere en la hoguera de Tlapallan y su corazón se convierte en Venus. Mixcóatl muere y se convierte primero en una calabaza y luego, después de medio resucitado, en un venado. El tema central es, pues, el renacimiento (al igual que el sol, que cada día resucita, o al igual que el maíz, con el cual los gemelos son explícitamente identificados). Es tanto más evidente cuando que Nanáhuatl, al convertirse en sol, llega a ser, se transforma en, la morada de los guerreros heroicos en el más allá, la Casa del Sol. ¡Es la resurrección y se vuelve el lugar de los renacidos! De igual manera, Tecciztécatl-4 Pedernal-Hijo de Tláloc se transforma en luna o sol lunar y así llega a ser el Tlalocan (“en la luna”, Códice Vaticano a f. 2), el más allá que acoge los difuntos beneméritos, además de los gue-rreros. Ahora bien, ¿a que más allá van los dos Tlahuicoles? Para el heroico, las cosas están claras: muere en el gladiatorio y se vuelve pues un cuauhtecatl, un compañero del águila en la Casa del Sol. En cuanto al otro, el Tlahuicole lunar, va al otro paraíso, el de Tláloc, y, para ser más preciso, probablemente en un departamento del Tlalocan dedicado a los suicidas y regido por Huémac: la Casa del Maíz, el Cincalco. Se llamaba también cincalli a la litera en la cual viaja el sol de la tarde (ver nota 6), el sol al ocaso que se desempeña desde el cenit.
  A la pregunta ¿cuál de las dos versiones corresponde a los hechos? podemos ahora contestar que la versión tlaxcalteca es la menos inverosímil porque fue menos remodelada por el pensamiento mítico.
  Tlahuicole, un guerrero famoso, heroico. En una versión muere como debe morir, con plena voluntad, como un ser solar, mientras que la otra  teme a la muerte, como la luna. El héroe  integral domina a la mujer, el otro se somete a ella. Una persona con dos fines diferentes. Pero los dos caracteres aquí disociados en dos versiones enemigas pueden encontrarse reunidos en una sola persona, como se encuentran reunidos en el sol, que sube al mediodía, como un guerrero conquistador  y baja después, reflejo de sí mismo, acompañado por mujeres, para morir en el Occidente de las mujeres. El ejemplo tipo es Quetzalcóatl-Nanáhuatl, príncipe de Tollan, que vence a sus tíos, se vuelven sol y sube al cielo conquistado, creando su imperio; el joven Quetzalcóatl  que no se deja engañar ni seducir, que no apela a las apariencias ilusorias , el guerrero pobre pero valiente, vencedor de sus ricos mayores, vencedor de 4 Pedernal-Luna-Hijo de Tláloc, es un Quetzalcóatl  que volvemos a encon-trar, viejo, al ocaso, al final de su reinado, es un imperio tolteca parecido al Tlalocan. Un Quetzalcóatl  más bien sacerdote que guerrero, como 4 Pedernal.
  Un Quetzalcóatl que se saca sangre con espinas de jade, como 4 Pedernal. Un sacerdote que se deja engañar primero y luego seducir, que peca con su hermana y debe morir por eso. Un héroe que repite la vida de su padre Mixcóatl. Otro aspecto, complementario, del héroe mesoame-ricano.




TECPATZIN: EL HEROE CULTURAL TLAXCALTECA DURANTE LA MIGRACION

El es quien aparece y señala la brillante espada mágica que ha de matar al dragón, quien habla de la novia que espera y del castillo donde están los tesoros, el que aplica el bálsamo curativo a las más mortales heridas y finalmente despide al conquistador, de regreso al mundo de la vida normal, después de la gran aventura en la noche encantada”

Joseph Campbell


José Eduardo Contreras Martínez
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  Las migraciones señalan la búsqueda de un lugar mejor para vivir, donde la abundancia de alimentos y un clima propicio proporcionarían las condiciones para la sobrevivencia y reproducción de los grupos humanos. Desde aquella lejana etapa en la cual el hombre vivió de la caza y recolección, la migración estacionaria dejo señales del carácter sagrado y benéfico que se le daba a los lugares visitados. Por ejemplo en el arte rupestre “francocantábrico” hay varios ejemplos de interés, ya que fue ejecutado en las profundidades de las partes más peligrosas y oscuras de las cavernas, aun cuando los hombres vivían únicamente en las entradas. El pintor tenía que descender a las misteriosas profun-didades de la tierra para crear un animal pintado. La migración se convirtió desde entonces, en la peregrinación de la búsqueda del tiempo y el lugar ideal, mágico y sagrado[8].
  En Mesoamérica, ya avanzado el tiempo y después de haberse sucedido el surgimiento y decadencia de pueblos de importancia civili-zatoria, existieron otros pueblos que buscaron su propio lugar en esta importante etapa de la historia humana. Éstos, copiaron esquemas históricos que permitieron crear y producir sus propias narraciones, llenándolas de situaciones, circunstancias, de héroes y hazañas que tuvieron un sentido y una justificación para su tiempo.
  Con respecto a los héroes, sobresalen dos esquemas narrativos claramente diferenciados, definidos e identificados, relacionados con importantes situaciones culturales y migraciones de pueblos hege-mónicos: Los tolteca y los mexica.
  Curiosamente ambos diseños narrativos fueron empleados para crear la migración e historia de los tlaxcaltecas y provienen de dos grupos distintos de fuentes documentales, que abordan situaciones ocurridas en periodos de tiempo distintos, separados por un lapso considerable y que sin embargo se han querido ver como variantes de una misma narración. El presente trabajo tiene el objetivo en primer lugar en identificar el grupo de fuentes documentales de las que proviene una de las versiones y en segundo lugar identificar el tiempo, el espacio y el contexto cultural al que hace referencia, situando las caracte-rísticas del héroe cultural en ese momento. Pienso que al determinar sus características culturales, determinaremos también el tiempo, el espacio y el contexto cultural que enmarca a la creación de su arquetipo y del cual proviene. Porque cada momento y cultura produjo el modelo del héroe que le sirvió de guía y ejemplo para su pueblo.

La versión de los Mapas de Cuauhtinchan y de la Historia Tolteca- Chichimeca

  Considerados por Paul Kirchhoff como crónicas que tratan la migración de los tolteca- chichimeca desde su salida de Tula y su paso por la región de Puebla- Tlaxcala. La información empieza, según estas fuentes, en un año VIII Acatl (1175) cuando los chichimecas se asentaron y conquistaron su propio territorio, después de haber servido como mercenarios a los toltecas-chichimecas en las guerras que emprendieron para restablecer su señorío en Cholula[9]. La relación entre los tolteca y los chichimecas fue, como lo sugiere Paul Kirchhoff, no solo de vecindad sino de participación en un mismo sistema de relaciones en el cual los chichimecas tuvieron un papel periférico que les permitió conservarse como unidad étnica y al mismo tiempo adquirir rasgos típicamente mesoamericanos que se sumaron a su experiencia guerrera[10]. En Tula entonces, las relaciones entre los chichimeca y los tolteca muestran ciertos rasgos de dependencia y sumisión de los primeros hacía los segundos, que se hacen mas claros durante su estancia en Cholula[11].
  Sin confusión alguna, estas fuentes históricas registran nexos sociales y culturales entre los toltecas y los chichimecas que inclusive se resalta en las características que adoptan los héroes de estos últimos, tal y como veremos a continuación.
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Características del héroe tolteca

  Entre el pueblo tolteca, el héroe en principio adquiere el carácter de civilizador; de esta manera:

 “…en la prodigiosa visión de la Tollan de Quetzalcóatl, los aztecas, que son los redactores de los textos, le atribuyen a sus ancestros toltecas, y principalmente a su dios Quetzalcóatl, la creación del legado cultural sobre el que se asentó la vida civilizada en Mesoamérica…Es decir, en los mitos nahuas y mixtecos, Quetzalcóatl es el enviado divino que lleva al mundo terrestre los bienes de la civilización”[12].

  En Tula, la visión mítica de Quetzalcóatl dios, se subordinó y fusionó con la imagen de un personaje llamado Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl, el cual hizo hazañas guerreras, gobernó Tula en su máximo esplendor. Su nombre Ce Acatl le otorgo un atributo humano, un destino, ya que sitúa su fecha de nacimiento en 1 caña, es por tanto su nombre calendárico. La fusión de los rasgos del antiguo dios serpiente emplumada con el de un héroe cultural, caracteriza el momento de mayor esplendor tolteca. Otras características son su condición célibe y casta, su recogimiento en el templo, el ejercicio exigente de los ritos y penitencias, sus habilidades de brujo y principalmente la práctica del auto sacrificio, cualidades arquetípicas de las virtudes sacerdotales. Varios textos lo pintan como un innovador religioso que introdujo el auto sacrificio y lo impuso como una de las funciones ineludibles del sacerdocio en Tula[13].
  Pero el hecho trascendente del héroe tolteca se manifiesta en el momento de mayor crisis de su pueblo que les obliga a abandonar su ciudad de origen. Decide entonces convertirse en el guía de su gente para llevarlos a una nueva tierra, el Tlilan Tlapalan, lugar donde volverán a renacer las virtudes de la civilización por él enseñadas. La estancia de su pueblo en aquel lugar no será eterna, su regreso queda establecido para una fecha 1 Acatl, en que regresara a ocupar nuevamente el trono abandonado.

“El héroe, por lo tanto, es el hombre o la mujer que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones históricas personales y locales y ha alcanzado las formas humanas generales, válidas y normales…De aquí su elocuencia, no de la sociedad.., sino de la fuente inagotable a través de la cual la sociedad ha de renacer ”[14].

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  La personalidad del héroe tolteca, ha opacado sin duda a la de otros pertenecientes a pueblos de menor trascendencia cultural, pero de igual significado. En la Historia Tolteca Chichimeca son otros los personajes que adquieren para sus pueblos, las actitudes arquetípicas del héroe cultural. A semejanza del Quetzal-cóatl tolteca, ellos adquieren los atributos de civilizadores de su pueblo, ya que adoptan al maíz como alimento, aceptan el auto sacrificio y los rangos estamentarios que caracterizan a los pueblos civilizados de Mesoamérica. Ellos serán los responsables de conducir a su pueblo a un nuevo espacio, un lugar prometido, donde florecerán las virtudes de la civilización mesoamericana[15].

“…resulta claro que su finalidad y su efecto real era conducir a los pueblos a través de los difíciles umbrales de las transformaciones que demandan un cambio de normas no sólo de la vida consciente sino de la inconsciente. Los llamados ritos de “iniciación”, que ocupan un lugar tan prominente en la vida de las sociedades primitivas (ceremoniales de nacimiento, nombre, pubertad, matrimonio, entierro, etc.), se distinguen por ser ejercicios de separación formales y usualmente severos, donde la mente corta radical con las actitudes, ligas y normas de vida del estado que se ha dejado atrás. Después sigue un intervalo de retiro más o menos prolongado, durante el cual se llevan a cabo rituales con la finalidad de introducir al que pasa por la aventura de la vida a las formas y sentimientos propios de su nuevo estado, de manera que cuando, finalmente, se le considera maduro para volver al mundo normal, el iniciado ha de encontrarse en un estado similar al de recién nacido”[16].

  En la Historia Tolteca Chichimeca es Tecpatzin el señor de los texcalteca, uno de los personajes que acepta conducirlos al encuentro de la llanura, la tierra divina, lugar donde los tepilhuan chichimeca serían enflorados y saludados (Figura 1). Ya afuera de Chicomoztoc, los chichimeca se preguntan ¿con que hablarán nauatl?, ¿con qué hablarán los chichimeca? Es entonces que los toltecas toman de su morral, la mazorca de maíz y se la dan de alimento a los señores chichimecas:

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“…a Aquiyauatl a Teuhctlecozauhqui, a Tecpatzin, a Tzontecomatl y a Moquiuix. De inmediato los chichimeca empezaron a medio hablar”[17].

  Como comentan Kirchhoff, Odena y Reyes, “Se sigue, pues, en los ritos de creación, la humanidad imperfecta tiene que comer maíz para llegar a ser “realmente humana”[18].

“He aquí que cuando salieron de Chicomoztoc, de dentro del Colhuacatepetl, hicieron el ayuno de los tlatoque. Cuatro días ayunaron, para ello nuestro padre, nuestro conquistador, se acostó en las ramas del mezquite blanco. Los tepilhuan chichimeca hicieron ayuno, pasaron aflicción durante cuatro noches y cuatro días. Al ayunar y padecer, el águila y el jaguar les dieron de beber, les dieron de comer…Y cuando se completaron las cuatro noches y los cuatro días luego Icxicouatl y Quetzalteueyac (los toltecas), le perforaron el septum a los tepilhuan chichimeca con el hueso del águila y el hueso del jaguar”[19].

  La fuente histórica proporciona los nombres de los personajes y del grupo al cual pertenecen: Aquiauatl de los totomihuaque, Teuhctleco-zauhqui de los quauhtinchantlaca, Tecpatzin de los tlaxcaltecas, Tzontecomatl el acolchichimeca, Moquiuix el chichimeca (Figura 2). Ellos son los que al terminar las cuatro noches y los cuatro días, son nombrados nuestro padre, nuestro conquistador, vinieron a ponerse en pie sobre la tierra y les dijeron a sus pueblos:

“_ ¡Ea, hagamos crecer, hagamos que (el dios) desee! ¡Tomemos por la base al quauhxicalli, al tonacapiaztli! ¡Tal vez estamos haciendo pasar hambre a nuestro creador, a nuestro hacedor! ¡Ea, completemos la obra!”[20].

  Después, los chichimecas entonan de pie un alegre canto y enseguida emprenden el camino, se alejan de Chicomoztoc.
  El caudillo tlaxcalteca llamado en la Historia Tolteca Chichimeca con el nombre de Tecpatzin, recibe en la versión de la Relación de la ciudad y provincia de Tlaxcala (Relación geográfica del siglo XVI, 1984); el nombre de Ce Tecpatzin. Se trata de un nombre calendárico que al igual que otorgado a Topiltzin lo caracteriza como un personaje humano y conquistador[21]. Lina Odena comenta que el nombre calendárico es un rasgo cultural mixteca, el cual les fue dado tanto a Topiltzin como a Tecpatzin pertene-cientes a un linaje donde, según la autora, el mixteco y lo chichimeca están profundamente relacionados.

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  La Historia Tolteca Chichimeca reproduce en su narración, héroes que son semejanza al Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl de los toltecas, guías de pueblos en el tránsito de las limitaciones históricas personales y locales para alcanzar las formas generales, válidas y normales de los pueblos civilizados de Mesoamérica. Al respecto, las limitaciones históricas de los chichimecas son claras, no hablaban bien el idioma de los pueblos mesoaméricanos, no se alimentaban con el maíz, ni veneraban a dios alguno, ni tampoco obedecían a ningún rasgo de jerarquía que caracterizaba a los pueblos civilizados del México antiguo. La importancia del personaje tolteca Ce Acatl Topiltzin, surge de limitaciones históricas de él y su pueblo; en primer lugar la del personaje que engañado es inducido a beber pulque que le altera la razón y tiene como consecuencia un acto de incesto y el reconocer ante un espejo de obsidiana que le reflejo su imagen, su propia fealdad. En segundo lugar la gradual degradación social de los tolteca, pueblo que en sus excesos de lujo, poder y lujuria, se hizo evidente su corrupción cultu-ral. 

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 De esta manera, cada héroe al transformarse culturalmente, muere como hombre de su tiempo, pero como hombre eterno- perfecto, no específico, universal- ha vuelto a nacer, como el Quetzalcóatl que en la hoguera se consume para convertirse en un nuevo ser esplendoroso. La siguiente tarea del héroe, como hemos visto, es una hazaña formal, ha de volver a su pueblo transfigurado para enseñar las lecciones que ha aprendido sobre la renovación de la vida.





[1] Muñoz Camargo traduce “Tlahuicole” como “el de la divisa de barro cocido y torcido como una asa”. En el diccionario de Molina encontramos tlauiztl, “divisa” y tlauicollotl, “asa de jarro”. Como lo observa el editor Muñoz Camargo, la etimología del cronista “parece tener en cuenta ambos términos de manera simultánea”. En realidad, Tlahuicole parece significar “el de la asa de jarro”.


[2] Otra fuente tlaxcalteca, la Historia Cronológica de Zapata y Mendoza (s 125) confirma la captura de los huexotzincas, precisando que tuvo lugar en el año 1517.

[3] Al no ser que tenemos aquí una indicación más de que la guerra florida contra Tlaxcala era sólo un aspecto de un verdadero pacto. Recordamos que de acuerdo con Pomar (1986, p. 89), “cuando aconteciese que los unos tuviesen necesidad del favor de los otros para contra otros enemigos que los tuviesen en algún aprieto y estrechura, fuesen obligados a los otros a ayudarlos como todo su poder”, Ver también Ixtlilxóchitl 1975-1977: 2, p. 111-113.

[4] Para el mito de la victoria en el Mixcoatépec y la victoria de Mixcóatl sobre los 400, la fuente principal es la Leyenda de los Soles. Para el sacrificio Nanahuatl, las fuentes más detalladas son Sahagún, libro 7, y la Leyenda; la alusión a su victoria en el inframundo se encuentra en la  Histoyre du Méchique. Mixcóatl al principio de las migraciones toltecas: Anales de Cuautitlán y Leyenda; en las peregrinaciones mexicas: Torquemada 1.2, cap. 2 Todos los textos están presentados en Graulich 1988 y analizados también en Graulich 1990 y 1997.
[5] Sobre el sacrificio gladiatorio y la reactualización de la primera guerra en la veintena de Tlacaxipehualiztli: Graulich 1982 (Tlacaxipehualiztli ou la fete azteque de la moisson et la guerre”. REAA 12, p. 215-254; también en Rituales aztecas: las fiestas de las veintenas, en prensa. 
[6] Sol afeminado/lunar: el sol de la tarde es sólo “la claridad” o “el resplandor” del astro (Historia de los mexicanos por sus pinturas 1965, p. 27, 70): al igual que la luna, tiene su luz prestada del sol verdadero. Baja hacia la tierra acompañado por las mujeres muertas  en el parto, y a diferencia del sol ascendente de la mañana es llevado en una litera de plumas  de quetzal (Códice Florentino 1.6, cap. 29), llamada cincalli (Códice Florentino 1.9, cap. 17). Xochipilli,  asimilado al sol de la tarde y a Cinteotl es figurado en esta litera en el Códice Magliabechiano (f.35) y en el Códice  Borbónico (p.27).
[7] Sobre estas mujeres, ver Graulich 1992.
[8] Braidwood, Robert. El hombre prehistórico. México, Fondo de Cultura Económica, 2ª. Reimpresión, 1979.
[9] Los grupos chichimecas convocados fueron los cuauhtinchantlaca, los moquihuixca, los totomihuaque, los acolchichimeca, los tzauhteca, los zacateca, los texcalteca y los malpantlaca, que tenían la fama de ser grandes héroes y conquistadores.
[10] Kirchhoff, Paul. 
[11] Olivera, Mercedes. Pillis y macehuales: Las formaciones sociales y los modos de producción de Tecali del siglo XII al XVI. México, ediciones de la casa chata n.6, 1978.
[12] Florescano, Enrique. El mito de Quetzalcóatl. México, Fondo de Cultura Económica, 2ª. Edición, 1999: 64.
[13] Idid.
[14] Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras: Psicoanálisis del mito. México, Fondo de Cultura Económica, 8ª. Reimpresión, 2001: 26.
[15] Kirchhoff, Paul, Lina Odena y Luis Reyes. La Historia Tolteca Chichimeca. México, Fondo de Cultura Económica y Gobierno del Estado de Puebla, 2ª. Edición 1989.
[16] Campbell, Joseph. Op. Cit. 16- 17.
[17] Historia Tolteca Chichimeca. Op. Cit. 169.
[18] Ibid, nota 1 de la pagina 169.
[19] Ibidem, 171.
[20] Ibídem, 174.
[21] Odena Quemes, Lina. “El señorío de Tepeticpac: arribo y origen de sus fundadores según fuentes escritas y pictográficas” en Códices y documentos sobre México: Primer Simposio. Constanza Vega (Coordinadora). México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, colección científica no. 286, pp. 211- 222.