La funda de reyes.
Porfirio
Gómora.
Recién que
llegue a la capital, allá por el rumbo
de Azcapotzalco, en el barrio hice un amigo, Pepe. Eso fue hace unos 50 años, por
nuestro rumbo las calles no estaban pavimentadas, cuando llovía era un lodazal
y en primavera con el viento hacia mucho polvo. Mi amigo y yo íbamos juntos a
la primaria. Me llega a la memoria que un día 6 de enero, todos los muchachos
salieron de sus casas a la calle, con
juguetes que les trajeron los reyes magos. Unos mostraban a otros los
carros, las pistolas con su cinturón, las niñas felices con las muñecas y los
juegos de té, ese día mi hermano Arnulfo, se fue a trabajar en la obra de
albañil como siempre y para mí no hubo reyes.
Al siguiente
día, Don José, papá de Pepe llegó del trabajo, me vio ahí sentado muy triste,
-¿Por qué no
juegas, muchacho?- me dijo, señalando a
los demás
-¡No tengo
pistola!- le conteste, mal humorado.
-Así, que no te
portaste bien ¿Eh?- me respondió, asombrado de mi respuesta.
-¡Sí señor!, ¡Me
porte bien!- aseveré desconsolado
-¿Y entonces
por qué no tiene juguetes?- manifestó, con voz ronca y desconcertada .
-Seguro que
Arnulfo, mi hermano, no les mando mi
carta- comenté irritado y seguí sentado
en el suelo , con las manos en la barbilla y los codos sobre las rodillas, viendo jugar a los demás niños, mientras se
me salían lágrimas de tristeza. Don
José, entró a su casa y un rato después salió gritando:
-¡Chamaco, toma,
no es nueva, pero podrás jugar!-
declaro, muy enérgico
-¡Gracias don
José!- le conteste con una inmensa alegría, saltando de gusto y empecé a
correr hacia donde estaban los muchachos. Les dije entusiasmado
-¡Miren mi revólver!
¡Ahora si puedo jugar a los cuatreros!- les espeté.
Pero me fije que ellos tenían, además del
arma, un cinturón con una funda bonita, que se
amarraban encima del pantalón, mientras que yo me la ponía adentro del
pantalón, y cuando corría se me caía. A Carlos le habían traído también unos zapatos en una caja de cartón blanca, se me ocurrió entonces una idea y le dije todo
entusiasmado.
-¡Dame tu
caja!- con una voz de mando que me hacia parecer más grande.
-¿Para qué la
quieres? - me respondió, intrigado
- Ya verás...-
respondí, con ansiedad alargando las
manos para recibirla.
Me había fijado
como eran las fundas de las pistolas, entonces a doña Aurelia le pedí prestadas
unas tijeras para cortar la caja, luego cubrí el arma con el cartón, y lo
recorte dándole la forma de la pistola, después me acordé que el
carpintero tenia cola para pegar la
madera; así que fui a su local:
-Don
Pancho, ¿Me regala un poquito de cola? –
le dije, bien contento y esperando con ansias la respuesta
-¿Pa’que
la queres chamaco?- me contestó desconcertado.
-¡Para pegar
este cartón, y hacer la funda de mi pistola, porque, quiero jugar con los
muchachos! - le respondí entusiasmado y agregué con voz suplicante.
-¡Ande, no sea malo, no mas tantita, le traigo su
refresco y no tiene que darme mi moneda de siempre- le argumenté negociando, para que me dijera que sí.
-Ta güeno, ahí agárrala,
pero no lo tires porque te sueno ¿eh?- afirmó con voz convencida.
Entonces tomé
el bote de la cola, lo puse sobre un banco, y agarré la brocha que estaba
dentro del recipiente, la deslice sobre el cartón, como el carpintero lo hacía
sobre la madera y uní las dos orillas de la funda, luego hice una lengüeta, que
la puse dando le vuelta al cinturón de mi pantalón y la pegué.
Al otro día, salí
con mi revolver enfundado a jugar con mis cuates, todos se le quedaron mirando
a mi funda de cartón, porque como era blanca se parecía a la del llanero
solitario. Entonces saqué el arma y le
disparé a todos los vaqueros, uno a uno fueron cayendo. Y seguimos jugando,
mientras corríamos pa´alla y corríamos
pa’aca.
-¡Ya te di!, ¡Caite
al suelo!- le ordené a Pepe pues yo
había disparado primero.
-¡No es cierto,
yo te di primero, tu caite!- repuso enojado,
por qué él no aceptaba perder.
-¡No! ¡Ya no
juego!¡ Tú siempre quieres ganar aunque sea con trampa!- le grité, también bien disgustado. Pepe no alegó y lo pensó un
rato.
-Tú ganas esta vez, pero la otra me toca- replicó
tirándose con los ojos cerrados en la
tierra. Así fueron aquellos días de
reyes de 1963.