FOTOLIBERTAD 2011.

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CONACULTA- INAH


OCOTELULCO
Boletín Cultural e Informativo del Museo y Zona Arqueológica de Ocotelulco

Año 3 No. 5 Enero- Abril de 2007

  

En este número:

Editorial………………………………………………………………………………... 2

En nuestra portada…………………………………………………………………   3

El peinado de las mujeres en el mundo prehispánico .……………………… 4

En favor de La Malinche …………………………………...……………………... 17

La Virgen de la Macana en Tlaxcala ………………………………………………



EN FAVOR DE LA MALINCHE

Después de renovar el periodismo cultural con la revista Piedra rodante, Manuel Aceves pasó años de aventuras y penurias  en “las agencias de publicidad y otras islas imaginarias”. Experto en Jung y en religiones orientales, Aceves es autor de numerosos ensayos, entre ellos “Vasconcelos y el yoga”. El texto que hoy presentamos combate con erudita pasión el mito de la Malinche y abre una puerta para (re)conocernos en un rostro repudiado.

Manuel Aceves

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  En rigor, doña Marina, Malinali o Malintzin (¿1502?-1529) debe ser considerada, junto con Cortés, conquistadora de México. Son tales –y tantos- los problemas que ella resuelve, que la invasión española, sin su concurso, habría consistido en la fundación de un villorrio y en dos o tres batallas donde los aventureros hubieran sido vencidos al fin y cocinados al ejí.  A la altura de las grandes personalidades de la historia, sorprende su súbita mudanza de esclava harapienta a respetada señora.




El trato de doña, signo de nobleza en Malinche, ni el mismo Cortés lo alcanzaba con el don. Tendría  la edad de 15 años cuando la recibieron  los españoles del cacique de Tabasco, el 15 de marzo de 1519, fecha importante en los anales de la conquista, puntualmente registrada por Bernal Díaz del Castillo y religiosamente interpretada por Diego López Cogolludo, quien ve en este hecho la mano de Dios: a partir de aquí, “fue una india la que dio vida a todos los españoles en la Nueva España”.
Al verla Cortés solo reparó en su belleza y, en señal de aprecio, la asignó al servicio de Alfonso Hernández Puerto Carrero, entre las indias que molían  y cocían el pan de la tierra a los capitanes. Tal vez resentido por la injusta repartición  de las esclavas “entre ciertos caballeros”, Bernal la describe de un plumazo: “de buen parecer, entrometida y desenvuelta”.
De aquí a su transfiguración  en principal asistente de Cortés, ya en tierras de la futura Villa Rica de la Vera Cruz, transcurren 30 días. Ciertamente, no hay en la historia un encumbramiento más vertiginoso.
Ocurrió que a Chalchicuecan llegaron los primeros enviados de Moctezuma pero  Jerónimo de Aguilar no entendía su lengua: “Por lo cual Cortés estaba preocupado y triste –comenta López  de Gómara-, por faltarle faraute  [intérprete] para entenderse con aquel gobernador y saber las cosas de aquella tierra. “Entonces se presentó Malintzin, sin que nadie la llamara, y se puso a hablar con los embajadores en náhuatl. Suspenso, Cortés la llevó aparte con Aguilar, y en maya, lengua que también dominada Marina, le otorgó la libertad, nombrándola su traductora y secretaria si a cambio ella “en verdad” lo ponía en tratos con ellos emisarios. “Quién eres y de dónde”, quiso saber Cortés.
Dijo ella  ser de origen noble. Bernal escucho boquiabierto el relato, que luego puso en su Historia... dándole la forma de conseja y con lujo de detalles. La vida de Malinali es un cuento de hadas:
  Su padre y su madre eran señores y caciques de un pueblo que se dice Painala y tenia otros pueblos sujetos a él, obra de ocho leguas de la villa de Guazacualco; y murió el padre, quedando una niña, y la madre se  casó con otro cacique mancebo, y hubieron un hijo, y según pareció, querianlo bien al  hijo que había tenido; acordaron entre el  padre y la madre darle el cacicazgo después de sus días, y porque en ello no hibiese estorbo, dieron de noche a la niña doña Marina a unos indios de Xicalango, porque no fuese vista, y echaron fama de que se  había muerto. Y en aquella sazón murió una hija de una india esclava suya y publicaron que era la heredera; por manera que los  de Xicalango la dieron a los de Tabasco, y los de Tabasco a Cortés.
  En breves días aprendió Marina la lengua de Castilla, estima Alva Ixtlilxochitl, ”que parece haber sido caso milagroso”, desplazando a Jerónimo de Aguilar de  sus funciones al lado de Cortés. Acaso entonces la enamoró don Hernán, y de allí la hizo su mujer durante toda la conquista. ¿Era Cortés un ávido sexual, desapasionado, puramente bestial, como crece su escandalizado  biógrafo, José r y tomar iniciativas personales. Los relatos indios dan la respuesta contraria: precisamente aquello que le aproxima a los españoles es el motivo de su perdición: su falta de fatalismo, su deseo de actuar fuera de los códigos establecidos .mexicanos admiraban a doña Marina y atribuían sus conocimientos de la lengua castellana a un poder sobrenatural, [ya que] era por parte de los dioses el saber la lengua, pues no la podrían  saber de otro modo”?



  Religiosos e historiadores coinciden, asimismo, en resaltar la hermosura de Malintzin, pero pertenece a Muñoz Camargo la definición propia de su belleza: “Hermosa como diosa”. De modo que la versión de Bernal debe rechazarse como la de un rencoroso, la del peón a quien en el reparto le tocaron siempre las nativas más feas, hasta que conoció a Moctezuma, a quien trató respetuosamente cuando fue su prisionero y le pidió en matrimonio una “india hermosa” (princesa). Por eso dice que Malintzin era de buen parecer, pero “entrometida y desenvuelta”.
¿Era ella una virago?
Ya lo dijo el mismo Díaz del Castillo:
Doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios de toda la Nueva España... como ser mujer de la tierra, qué esfuerzo tan varonil tenía... jamás vimos flaqueza en ella, sino muy mayor esfuerzo que de mujer.





  Sandra Messinger Cypes y Julie Greer Johnson, investigadoras estadounidenses, han  encontrado que entre la vida de Marina y la de Amadís de Gaula existe más de un parangón. Según dichas escritoras, la existencia de Malintzin es parecida no a la mujer, sino a la de un héroe. El biógrafo Ricardo Herren – quien descubrió que Marina era una  fumadora de “canutos y sahumerios de tabaco” – va aún más lejos y, basándose en un estudio comparativo, concluye que la vida de Malinche se asemeja a la de numerosos héroes occidentales, tales como Moisés, Edipo, Teseo, Esculapio, Apolo, el rey Artús. Sin embargo el mitema  de Malinche debe ser igualmente entendido a la luz de la propia mitología mexicana. Gutierre Tibón ha establecido su exacta filiación: “El mito de la  diosa lunar, hermana de los dioses estrellas y la única hembra entre los astros, se llama Malínal Xóchitl, llamada en forma abreviada Malintzin”.
Por su parte, el Cronista Mayor de Indias, Antonio Herrera, se equivoca cuando conjetura que Marina era tenida por diosa debido al conocimiento que  había adquirido de la nueva lengua. Todos los indios, no sólo los aztecas, vieronen ella a la antigua Diosa Madre, a Cihuacóatl, madre de todas nuestras madres, a Tonantzin, a Chimalma y a Coatlicue, y tal vez presintieron a la diosa final: Guadalupe. Los viejos cronistas no conocían el mecanismo de la proyección psíquica que consiste en transferir a un mortal, Malintzin, las cualidades sobrenaturales propias de los dioses. En este sentido, se dice que Marina encarnaba el alma de los indios conquistándose a sí misma. ¿Por qué endiosaron a una india hermosa, cristianizada e hispanohablante? ¿Anima naturaliter cristiana, como decía tertuliano?
Los indios habían incorporado a Cortés a su propio mundo de representaciones. Además, está la interpretación moderna de los junguianos, quienes ven en  la silla la investidura del poder absoluto de Coatlicue, imagen primordial del inconsciente colectivo.
La conquista de México, por los tanto, más parece una conjuración de la Diosa Madre contra las divinidades masculinas, como Hutzilopochtli y Tezcatlipoca. Al llamado de ella acudieron las diosas mediterráneas, quintaesenciadas en la figura de María. ¿Qué son los presagios del Nuevo Mundo contenidos, simbólicamente, en los libros de O’Gorman, si no la respuesta al llanto de Cihuacóatl?.
Por último, detrás de la leyenda de la Llorona está un mito, un rito y un culto, el de la Mujer Serpiente (Cihuacóatl).  Unos diez años antes de la llegada de los españoles, cerca del Templo Mayor se apareció una mujer que lloraba; iba gritando por la noche: “Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos, ¿a dónde os llevaré? Otras muchas noches los aztecas escucharon la misma gritería. Dijeron que era la Mujer Culebra.
Consumada la conquista, los nuevos habitantes de la ciudad escucharon unos lamentos tristísimos. Los que se atrevieron a salir de su casa vieron a una mujer vestida de blanco, con el rostro cubierto por un velo. Los que la siguieron, cuentan que se detenía en la Plaza Mayor  y de rodillas daba el último, languidísimo  lamento por sus hijos. Con paso lento regresaba por las calles y desaparecía a orillas de la laguna. Dijeron entonces que era un ánima en pena, luego La llorona y, al fin, doña Marina, la Malinche.




LA REBELION INDIGENA DE 1680 EN NUEVO MEXICO Y LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA MACANA EN TLAXCALA

Arqlgo. José Eduardo Contreras Martínez
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   Durante la etapa Colonial, la tradición que da lugar a las apariciones de la virgen Maria en las tierras de la Nueva España, esta relacionada con las ideas criollas de reivindicación histórica e ideológica. Lo anterior se debió al hecho de que durante el primer siglo de este periodo, la justificación que había dado lugar a la Conquista y posterior dominio de estas nuevas tierras, se difundió la idea de la existencia de un complejo culto pagano entre los nativos, los cuales, al estar engañados por el demonio, realizaban “idolatrías, sacrificios sangrientos, sodomías y comían carne humana”.
  Así al iniciar la Conquista, Hernán Cortés despliega enormes esfuerzos para convertir a los indios a la fe católica. Bernal Díaz del Castillo soldado acompañante del conquistador nos describe este celo de la siguiente manera: “Y Cortés pregunto a Melchorejo, que entendía muy bien aquella lengua, que era lo que decía aquel indio viejo, y supo que les predicaba cosas malas. Y luego mandó llamar al cacique y a todos los principales, y al mismo papa, y como mejor se pudo dárselo a entender con aquella nuestra lengua, les dijo que si habían de ser nuestros hermanos que quitasen de aquella casa aquellos sus ídolos, que eran muy malos y les hacían errar, y que no eran dioses, sino cosas


malas, y que les llevarían al infierno sus ánimas. Y se les dio a entender otras cosas santas y buenas; y que pusiesen una imagen de Nuestra Señora que les dio, y una cruz”. De esta manera, la madre de Dios desde un principio se constituyo como protectora de las nuevas tierras conquistadas por España.



   Al correr del tiempo, la sociedad colonial vio crecer, entre otros enfrentamientos, el surgido entre el gobierno novohispano y las ordenes religiosas del clero regular. Para estos últimos, el territorio de esta Nueva España no había sido un lugar ajeno a la protección divina. De esta manera, durante el siglo XVII, la aceptación de las apariciones de la virgen de Guadalupe en tierras mexicanas se les relacionó con  lo narrado en las Sagradas Escrituras, “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Apocalipsis 12). Y se creyó reconocer en el dibujo de las lagunas de México a la bestia del Apocalipsis, identificada con la antigua dinastía azteca.
   A lo largo del periodo colonial, las apariciones milagrosas de la Virgen, estuvieron asociadas con momentos de crisis social entre el gobierno español y las comunidades indias, la cual propicio, según las autoridades civiles y religiosas novohispanas, la renovada presencia del demonio en las tierras de la Nueva España. De esta manera, en la mayoría de los casos, las apariciones marianas estuvieron asociadas al sentido apocalíptico descrito con anterioridad. Un caso interesante lo constituye una virgen cuya veneración en Tlaxcala parece haberse extinguido y el registro que tenemos de ella es en una hermosa e interesante pintura que data de mediados del siglo XVIII  y que se guarda en la sacristía de la iglesia de San Francisco Ocotelulco. En ella se observa a una virgen de tez blanca que ocupa el lugar central; en su frente lleva una herida de la cual escurren gotas de sangre y entre sus manos lleva un objeto singular del cual deriva su nombre: La Virgen de la Macana. En efecto, el objeto que lleva entre sus manos es una “macuahuitl” o macana indígena, uno de los instrumentos de guerra más importantes usados por los pueblos indios de Mesoamérica antes y durante la Conquista.
   El cuadro a su vez es una alegoría histórica donde cada una de los episodios representados, hace referencia a un importante suceso acaecido durante el año de 1680 en Nuevo México. Uno de ellos muestra a los indios guareciéndose en una fortaleza con forma de torre de castillo medieval, donde desde lo alto arrojan rocas a los españoles que los acosan. En otra, los indios rodean a la imagen en bulto de una virgen y uno de ellos esta a punto de descargar sobre la  imagen un golpe con la “macuahuitl”. Varios son los milagros expresados en esta pintura, el primero la aparición de la virgen, la sangre vertida en su frente, la conversión de los indios a la fe cristiana y el haber elegido a estas nuevas tierras como el lugar para su devoción. La pintura concluye en su parte inferior con un franciscano y un indígena que sostiene una “macuahuitl” los cuales flanquean la imagen de la virgen a la cual le son devotos.




  La referencia histórica que da cuenta sobre la aparición milagrosa de la Virgen de la Macana la encontramos en el novenario elaborado por Felipe Montalvo, el cual fue impreso en el año de 1755 y que se intitula Novena de la purissima madre de Dios, y Virgen inmaculada Maria en su santisima imagen, con titulo de Ntra. Señora de la Macana, que se venera en el convento de N.S. P. San Francisco de México: con una breve relación de la misma sacratissima imagen. Según Montalvo, en el lienzo se registraban muchos de los hechos ocurridos en Nuevo México.




  “Mirase en el espacio de aquel lienzo el furor sangriento de los Indios, matando varios Religiosos; lo más vivo y ardiente de la batalla contra los Españoles: descúbrase hacia su centro una copia bellísima de esta Santísima Imagen, y un Indio descargando sobre su cabeza el golpe de una Macana: expresa también a este indio colgado de un árbol; y al pie del lienzo se contiene una inscripción, que refiere la sublevación de los Indios, su apostasía de la Fe Católica, su invasión contra los religiosos; y añade para la mas exacta noticia, e inteligencia del lienzo, lo que a la letra se transcribe en el siguiente párrafo.
   El Demonio, que visiblemente les ayudaba en la guerra contra los Españoles, sugirió a un Indio Capitán, que entrase en la Casa donde estaba esta santa Imagen de María Santísima, la que de temor habían ocultado los Christianos, y con desacato indecible, quitándole la Corona, y Vestido de infernal furia, le dio a la Santa Imagen un golpe en la Cabeza con una aguda Macana, instrumento de que ellos usan; pero porque no quedase sin castigo esta tan execrable maldad, el mismo Demonio fue su verdugo, ahorcándole en un árbol de aquel funesto campo; y después de conseguida la victoria por los Españoles y plantada otra vez la Fe a influjos de esta divina autora, fue traída esta Santa Imagen por Fr. Buenaventura de los Carros, Religioso laico de esta Provincia, a este convento de Tlanepantla, donde se venera con el título de Nuestra Señora de la Macana”

   En efecto, a finales del siglo XVII, quedando en Nuevo México varias copias y retratos de la imagen milagrosa de la Virgen de la Macana fue trasladada al convento franciscano de Tlanepantla y posteriormente el 27 de noviembre de 1754, tras la secularización de la iglesia de Tlanepantla y la destitución de sus religiosos, el arzobispo José Rubio y Salinas (1749- 1765), a rogativa de los franciscanos, dispuso que la talla se trasladara al convento grande de San Francisco en la ciudad de México. La pintura responde a un momento importante de la historia de México. En efecto, a mediados del siglo XVIII se establece la jura del protectorado de la virgen de Guadalupe sobre la ciudad de México, confirmado por el  papa Benedicto XIV en 1754. Como foco visual de estos ritos políticos y religiosos, la “jura” de los cabildos eclesiásticos y civiles –seguidos con los vítores de las respectivas poblaciones del reino-, tenían lugar precisamente frente a los iconos localistas y emblemáticos. A fines del periodo Colonial, esta era la manera en que una federación sui generis, depositaba en sus símbolos devocionales su razón como identidad política diferenciada, dignificada en su relación colonial pero culturalmente autónoma y privilegiada. Por otra parte, las apariciones y cultos marianos fueron un sustento importante contra la pretendida sustitución que pensaba realizar el gobierno virreinal de las ordenes religiosas por el clero secular. Para los franciscanos, la rebelión indígena ocurrida en Nuevo México se debió al abuso cometido por el gobierno español contra esa población. El portento realizado por la Virgen en aquel entonces, fue la manifestación de la necesidad de mantener a las ordenes mendicantes, en particular a la de San Francisco, como parte fundamental en la cristianización de los indios de Nueva España. Promovida por esta orden, la Virgen de la Macana fue muy venerada durante el siglo XVIII, momento para el cual se reproduce en grabados como el realizado por Francisco Silverio en el año de 1761. La estampa permitió que los fieles pudieran adquirir a bajo costo la imagen de la Virgen y colocarla en el oratorio de sus casas. El padre Ajofrín al describir las costumbres de los indios, enfatiza la gran piedad y devoción de los indígenas al comentar que “en muchas provincias es costumbre tenga cada indio una piececita en su casa, destinada para oratorio, que llaman santocale, y los hay muy pulidos y adornados”. Si bien, aunque el grabado por su producción a un costo relativamente bajo permitía la difusión de la imagen a un nivel más popular, la devoción de la Virgen de la Macana también se difundió en lienzos, cuyo ejemplo lo es el resguardado en la iglesia de San Francisco Ocotelulco.



  Durante el siglo XVII se da lugar a un renovado impulso de la labor mesiánica de las ordenes religiosas, debido fundamentalmente a la crisis política que vivieron a partir de entonces con el gobierno civil novohispano que los pretendía sustituir por el secular. Del clero regular surgió la concepción del resguardo sagrado que los santuarios marianos concedieron a la ciudad de México y al territorio de Nueva España, además de exaltar los milagros de las apariciones de la Virgen. Esta concepción fue un fundamento importante para la formación de la identidad y patriotismo criollo. Como concluye Jaime Cuadriello respecto a la imagen de la Virgen de Guadalupe, “En nuestros días la connotación apocalíptica..., ha pasado al olvido (éste fue el carácter político con que los caudillos de la emancipación (de independencia) hicieron a la Guadalupana bandera de lucha; pero no sucede así con la aceptación de su perfil “aindiado”, espejo de su identidad cultural, todavía vigente en los movimientos de resistencia social y étnica dentro y fuera de nuestras fronteras. Una visión tan antigua y contemporánea como la misma raza que allí se retrata”.





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